Contenido
La nefrectomía radical es una opción de tratamiento quirúrgico para el cáncer de riñón localizado y el cáncer de riñón localmente avanzado. El objetivo es la extirpación del riñón completo junto con el tejido graso que lo rodea. Esta cirugía se lleva a cabo cuando no es posible extirpar el tumor y dejar parte del riñón intacto. Se recomienda en general para el cáncer de riñón en estadio II, o para los tumores de estadio I en los que la nefrectomía parcial no es una buena opción. Mucha gente puede vivir con un único riñón, sin mayores complicaciones.
Para la realización de una nefrectomía radical se necesita anestesia general. Durante la intervención el paciente se coloca sobre su costado o tumbado sobre la espalda, dependiendo de la localización y el tamaño del tumor.
¿Cómo se lleva a cabo una nefrectomía radical?
Primero se determina el tamaño del tumor. Para evitar la siembra de células del tumor, el cirujano mantiene el riñón cubierto por una capa protectora de tejido graso. El cirujano separa del riñón la arteria renal, la vena renal, y el uréter (Fig. 1). Finalmente, el riñón es extirpado.
La cirugía
La nefrectomía radical se puede llevar a cabo con cirugía laparoscópica. Durante este tipo de procedimiento el médico inserta unos pequeños tubos de plástico en su abdomen. A través de esos tubos el cirujano introduce los instrumentos necesarios para extirpar el riñón. Uno de esos tubos se utiliza para introducir una cámara que permite obtener al cirujano una imagen de alta calidad en un monitor.
La cirugía laparoscópica generalmente permite una recuperación más rápida que la cirugía abierta, pero la técnica es bastante compleja, y su médico precisa tener experiencia en este tipo de procedimiento. La nefrectomía radical laparoscópica se puede realizar también asistida por un sistema quirúrgico robótico.
La nefrectomía radical abierta puede ser recomendable en algunos casos, o en aquellos hospitales en los que la cirugía laparoscópica no esté disponible. En la nefrectomía radical abierta el cirujano corta la pared del abdomen para acceder directamente al riñón. El procedimiento tiene una recuperación más larga, con mayor riesgo de dolor o complicaciones tras la intervención que la laparoscopia.
Para extirpar un tumor renal mediante una nefrectomía radical, la cirugía abierta y la laparoscopia son igualmente eficaces.
¿Cómo me preparo para la intervención?
Su médico le dará las recomendaciones precisas y detalladas de cómo prepararse para el procedimiento. No debe comer, beber, ni fumar desde 6 horas antes del procedimiento para prepararse para la anestesia. Si toma cualquier tipo de medicamento coméntelo con su médico. Puede que deba dejar de tomarlo varios días antes de la intervención.
¿Cuáles son las secuelas del procedimiento?
Habitualmente le darán el alta entre 3 y 7 días tras la cirugía. Recuerde que la estancia hospitalaria puede variar según los diferentes países. Después de una nefrectomía radical abierta puede que tenga dolor en el costado durante varias semanas.
Recomendaciones para las 4-6 primeras semanas tras la intervención:
- Beba entre 1 y 2 litros todos los días, principalmente agua.
- No cargue con nada que pese más de 5 kg.
- No realice ejercicio intenso.
- Comente cualquier medicación que estuviera usted tomando.
- Si lo ha precisado, pregunte la fecha de la retirada del catéter doble J con su médico.
Tendrá que consultar con su médico o acudir al hospital en el momento que presente:
- Fiebre.
- Sangre en la orina.
- Pérdida de sangre o dolor intenso.
¿Cuál es el impacto del tratamiento?
La nefrectomía radical es un procedimiento frecuente para el cáncer de riñón localizado. Alrededor del 95% de los pacientes se encuentran libres de enfermedad hasta 5 años después de la intervención. Dado que tras la intervención queda un único riñón en funcionamiento, existe un riesgo mayor de desarrollar insuficiencia renal. La insuficiencia renal es a su vez factor de riesgo cardiovascular.
¿Cómo será el seguimiento?
Tras una nefrectomía radical por cáncer de riñón su médico planificará un calendario de visitas de revisión. La frecuencia de esas visitas dependerá de la clasificación del tumor extirpado. El seguimiento dura al menos 5 años. Algunas pruebas frecuentes en estas visitas son las TC abdominales, las ecografías, las radiografías de tórax, y los análisis de orina y sangre.